Así como el octubre es el mes de ahorro, el marzo es el mes de las mujeres. Celebrada en el mundo desde hace cien años la fiesta de las mujeres tiene diversas formas. Iniciada por el movimiento obrero femenino, en Polonia durante décadas asociado con caricatura de la igualdad de derechos y con un juego obligatorio medias+clavel medio muerto+besito en la mano. Desde hace unos años fiesta recuperada por el movimiento de mujeres la simbolizan manifestaciones de mujeres bajo un lema determinado en distintas ciudades de Polonia (este año (2011): ”Basta con explotación – dejamos de ser sirvientas”) . Acerca de las manifestaciones hay unas discusiones continuas sobre el papel y los debered de la mujer, peligros que trae la emancipación y beneficios que puede dar la igualdad de derechos. Hojeando la prensa judía de antes de la guerra nos encontramos con un parecido intercambio de opiniones. En “Nasz Przegląd” de marzo del 1925 hubo un debate sobre la caída moral de las mujeres judías y sobre unas propuestas de soluciones. Este era uno de los periódicos más influyentes entre los judíos de Varsovia, publicado en polaco y dirigido a los judíos de los círculos sionistas. En general, dedicaba poco espacio a las mujeres, principalmente en el contexto de consejos cómo vestirse o maquillarse, eventualmente relacionando los encuentros internacionales de las sionistas o trabajo de líderes en colonias en Palestina. Una polémica, que duraba varias semanas, sobre el papel de las mujeres en las sociedades judías la empezó el autor que se firmaba con iniciales S.H. diciendo que “En todos nuestros fracasos nacionales se puede encontrar – al lado de muchas causas que no dependen de nosotros – el motivo “cherchez la famme” (del francés ¡buscad la mujer! (si la causa de una cuestión no es evidente)). S.H está citando un artículo de uno de los periódicos de Viena: “Mujer que no sabe nada y nada quiere saber se hizo un problema importante especialmente para la sociedad judía. Mujer que no sabe nada es una enfermedad que penetró nuestro organismo desde arriba hacia abajo de la clase media judía. El marido se convirtió en máquina para ganar dinero que tiene dinero y lo debe suministrar a la mujer que no sabe nada y a los niños, que nada quieren saber” y subraya, que esta diagnosis se refiere también a las judías polacas.
Este ataque repentino a las mujeres judías tuvo lugar cuando al problema de la cantidad creciente de judíos que se asimilaban se añadió la crisis financiera. A las mujeres de un lado las acusaban de estar indiferentes hacia las cuestiones culturales y políticas de la minoría judía, que causó, que no formaban en los hijos la identidad suficientemente fuerte. De otro lado, su codicia de joyas supestamente causó el colapso financiero y hundió al hombre que, con el resto de sus fuerzas, quería satisfacer sus caprichos. En respuesta a las acusaciones formuladas de esta manera las lectoras – y los lectores – de ”Nasz Przegląd” reaccionan de diversa manera. R. Szteinerowa admite, que ahora las mujeres no están preparadas para cumplir sus deberes, pero el centro de gravedad lo coloca en otro lugar y como ejemplo menciona otros países: “Las democracias del oeste y socialistas de todos los países sabían desde hace mucho tiempo que la instrucción social y política de las mujeres es la cuestión principal y que no se puede hablar, tanto de las relaciones de familia ideales, como de la educación razonable de los hijos o lucha beneficiosa por justicia social hasta que las mujeres, que se ubican en el nivel cultural bajo, no entiendan tareas y objetivos más sublimes. Sacar a las mujeres de debajo de la influencia del clero y reacción e introducirlas en la vida social, hacer el trabajo más accesible para ellas en todos los campos, reconocer su derecho de trabajo al mismo nivel con el hombre – estas son las tareas, las que se determinaron a si mismos los socialistas y elementos de desarrollo y por ellos luchan en las instituciones legislativas” [inscripción original]. La voz radical de Szteinerowa, comparándola con los demás comentarios, era una de las pocas, que centraban la atención en la necesidad de igualdad de derechos y emancipación de las mujeres. La mayoría de las discusiones se desarrollaba acerca de la cuestión quién es el culpable. Y así, uno de los lectores, Borys Cymberg "defiende" a las mujeres escribiendo: "El hombre, en su pasión brutal, durante siglos creó de una mujer a un ser, que al pensar de poseer joyas haría las mayores estupideces. (...) Nuestra propia obsesión de una presa ligera creó una mujer así - una muñeca. (...)
Creamos una mujer así, entonces tenemos que aceptar las consecuencias." Mujeres se dejaron modelar como si fueran de una masa informe y entonces, ahora solamente los hombres las pueden cambiar - y no es esta una voz solitaria en este debate. Contra una opinión así protesta Adolfowa Raciążek argumentando: ”Mujer por siglos tiende, esforzandose a veces inutilmente, a lograr un ideal determinado hace tiempos, mujer intenta ser así que debería ser – y no, como se persuade a si mismo un hombre orgulloso y arrogante – así como él la desea “tener”. La misma expresión ya ofende a una mujer. (...) ¿Por qué no le vamos a decir nunca a un hombre que tienda ser como lo quiere “tener” una mujer?”
De otro lado Freda Liwerowa calcula los gastos de los hombres para cabarés y ropa elegante demostrando, que las mujeres no son causa de huecos en el presupuesto familiar. Otras voces indican el bajo nivel de educación de las chicas que supuestamente es responsable por su caída moral o acusan a los hombres de que no hablan con sus mujeres sobre sus negocios y por tanto éstas no están conscientes de la situación económica y financiera. El debate se desarrolla durante el marzo del 1925 entre las noticias sobre situación en Alemania y publididad de jabón. Por fin, la lectora M.H. llama a la reconciliación: “Pero no solamente las mujeres son las culpables. Exijamos entonces solidaridad absoluta de nuestros maridos, hijos, porque que piensen aquellos los que quieren ser nuestros fiscales, si ellos mismos no tienen la culpa. (...) Entonces, no deberíamos acusarnos unos a otros, sino trabajar comúnmente para nuestra cuestión santa.”
Leyendo estas voces, que suenan hoy de manera patética y grotesca, pienso: “ya lo conocemos, lo conocemos”. La forma es un poco distinta, pero unos noventa años después la cuestión sigue la misma.

Katarzyna Czerwonogóra

Traducción: Joanna Kicińska