Os queremos contar algo sobre Varsovia. ¿Qué sería Polonia sin Varsovia, la capital? Varsovia es una ciudad multicolor, llena de individualismo y arte. Al mismo tiempo es también muy sencilla. Una tarde fría decidimos darnos un paseo por la ciudad:  yo – un polaco, Sherry – una chica estadounidense de procedencia iraní y Raegan – una australiana que vive en París. La meta de nuestro experimento consistía en comprender de qué manera tres personas completamente distintas, procedentes de tres países diferentes, perciben los mismos objetos, edificios, monumentos o bares.

Todo había empezado en el hostal The Warsaw Hostel: fue allí donde nos encontramos por la primera vez y donde nos unió inmediatamente el amor por Varsovia. Sin embargo, antes de comentar nuestra experiencia con esta ciudad, os quiero contar un poco sobre mis compañeras. 

Sherry se enamoró de Varsovia tanto que viene aquí cada año. Empezó a aprender polaco y siente que en Powiśle, uno de los barrios de Varsovia, es donde se encuentra su pequeña utopía. ¿Y Raegan? Es una chica divertidísima. Nos dice que no hay otro lugar donde se pueda encontrar personas tan abiertas como en Varsovia. Raegan quiere venir en enero a vivir en Polonia y enseñar inglés y francés a los polacos. La verdad es que habla polaco mejor que yo y, lo que me parece muy divertido, se interesó por Polonia cuando vio un concierto del grupo polaco Hey. Como veis, su aventura con Polonia y sobre todo con Varsovia, dura ya varios años.
Venga, no tardemos más. Empecemos nuestra excursión. Basta hacer la mochila y estamos listos para comenzar nuestra aventura.

El día cuando decidimos darnos un paseo largo por Varsovia, desde el primer momento, la ciudad estaba inundada por la lluvia. Salimos de nuestro hostal y nos dirigimos hacia el centro histórico de la ciudad. A nuestro lado, yendo por una carretera ancha y recta, pasaban deprisa los autobuses. Las personas con las que nos cruzábamos, llevaban paraguas. Era de tarde. Venía la noche. Nos rodeaba un ambiente mágico y lo sentíamos todos perfectamente, desde el inicio hasta el final del paseo. Nos dirigíamos hacia Powiśle.

Mientras que yo apenas noté el edificio de la Biblioteca de la Universidad de Varsovia, Sherry lo vio inmediatamente y se quedó parada. Para mí, la biblioteca era un elemento obvio, una parte más de lo cotidiano. Pero Sherry se quedó parada durante unos minutos, admirando la belleza del campus académico.

Nuestro paseo fue bastante largo. Nos perdíamos en las calles de la ciudad. Pasamos al lado de un mercado de frutas y verduras que me encantó. Después paseábamos por las calles de Powiśle comiendo manzanas polacas. A Raegan le sorprendió la arquitectura del barrio: un conjunto de bloques de pisos típicos del periodo comunista en los que ahora se encuentran muchos cafés y tiendas pequeñas. Una mezcla de estilos muy interesante.
Íbamos por las calles y de repente...

Chirría el suelo debajo de nuestros pies. Llegamos a un lugar totalmente aislado del centro y de los turistas. Señores míos, estamos en el café “Wrzenie Świata". Todos pedimos un té caliente, nos sentamos al lado de la ventana y empezamos a observar a los peatones. Estaban pasando muy deprisa. Algunos estaban enfadados con la lluvia, pero a otros les daba placer jugar con el agua. Según observó Sherry, los polacos, y los habitantes de Varsovia en especial, siempre tienen prisa y por eso no se dan cuenta de ciertos detalles, por ejemplo de que detrás de la ventana hay 3 personas mirándolos persistentemente. Bueno, hasta cierto punto tenía razón.

Cuando la lluvia cesó, fuimos otra vez hacia el centro. Pasábamos al lado de las antiguas casas de viviendas, tan altas que sus tejados parecen tocar el cielo. Sin problema se puede entrar en estos edificios y ver su interior.  Las escaleras que guardan recueros de la II guerra mundial... Y los patios, también llenos de misterios. Hoy en día el barrio, lejano al ruido del centro comercial, acoge muchos cafés y restaurantes. Es también el lugar preferido de los jubilados que vienen aquí para pasear a sus perros. Varsovia no tiene que ser una ciudad fría. Y, de hecho, no lo es. Desde el principio de nuestra “expedición” queríamos echar abajo este mito. Por ello cada uno de nosotros eligió un lugar de la ciudad que le encantó más. Yo, el mercado de verduras en Powiśle en el que comimos las manzanas polacas, Sherry se enamoró de la Biblioteca de la Universidad de Varsovia y del café “Wrzenie Świata”... ¿Y Raegan?
A Raegan le encantó la arquitectura del centro histórico. Cuando pasábamos por la calle Krakowskie Przedmieście, oímos sus gritos de entusiasmo, pero al final encontró una casa que le impresionó más. Estábamos al lado del impresionante hotel Bristol, pero nos llamó la atención más una casa de viviendas que se encuentra en frente del famoso hotel. El edificio estaba en obras. Lo estaban reconstruyendo. Estábamos observando el trabajo de los obreros, cuando de repente Sherry notó una cosa: “¡Trabajan con mucho nerviosismo! No entiendo las palabrotas que dicen, pero me gustan”.

Nos quedamos parados hasta que Raegan se acordó de que quería encontrar la casa en la que habían rodado su película polaca preferida, "Dlaczego nie!” (¡Por qué no!”). ¿Sabíais que era en frente de la estatua del Copérnico? ¡Yo no lo sabía! Me puse al día y constatamos unánimemente que Varsovia se presenta muy bien desempeñando el papel del trasfondo en películas.

No voy a hablar más sobre el centro histórico, porque ya lo conocen todos y decidimos atravesarlo rápido. Sin embargo, no todos saben que al lado del Castillo Real vale la pena girar a la derecha, pasar al lado de Pizza Hut y en seguida girar a la izquierda. Llegamos a una campana. Sherry nos contó que según las leyendas sobre Varsovia que había leído, hay que dar tres vueltas a la campana y pensar un deseo. Las leyendas dicen que va a cumplirse.
Continuamos nuestro paseo. Íbamos adelante. Pasamos al lado del Museo Etnográfico y de la galería de arte Zachęta. Atravesamos también el Parque Saski, un lugar con clase que seduce a los peatones.

De repente, sin darse cuenta, nos encontramos en la plaza Plac Grzybowski. Allí se encuentra una casa de viviendas, antiguamente judía, cuyas paredes están cubiertas de retratos. Este lugar no está descrito en guías por la ciudad. No hay mucha información acerca de este lugar. Nos paramos enfrente de la casa. Nos rodeó un silencio completo. Estábamos en el centro del antiguo barrio judío de Grzybów. Estoy de acuerdo con Raegan: dice que visitando ciudades no prestamos suficiente atención a lo que está por encima de nuestras cabezas. Normalmente pasamos al lado de estas viejas casas, pero no somos capaces de apreciar su valor. Fue exactamente allí, al lado de la arruinada casa judía, donde encontramos nuestro lugar preferido en Varsovia. Estamos en la calle Próżna 14 que sale de la plaza Plac Grzybowski (a 10 minutos del Palacio de la Cultura). En este lugar se encuentra una casa abandonada de 1898. En las ventanas se colgaron fotografías de los judíos que la habían habitado antes de la II Guerra. Las fotografías son enormes y se componen muy bien con el ladrillo severo del edificio. Alrededor de la plaza damos con muchos cafés y bares acogedores. Continuando por la Avenida de Juan Pablo II, se puede admirar murales impresionantes. Nos llamó más la atención el mural “Kamień i co” („Piedra y qué”) del grupo Teatr Delikates. Es uno de los murales más bonitos de Varsovia. En un trasfondo blanco hay una inscripción que representa la lucha por la memoria y la inquietud por el futuro de la arquitectura construida antes de la II Guerra Mundial.

De repente empezó a llover muy fuerte. Llegó el autobús n.º 105. Nos acercamos a la puerta. Tiene un tamaño raro. Entramos. Acabamos nuestro paseo, pero no acabamos nuestra aventura con esta ciudad. Varsovia nos unió y nos demostró que no importa nuestra nacionalidad: polaco, estadounidense o australiana – todos nos sentimos aquí como en casa.
Y tú, ¿qué estás esperando? Haz tu mochila y sal de casa para descubrir Varsovia de nuevo.


Misza Szymko