El 1 de julio 2011, con motivo de la asunción de la presidencia de la Unión Europea por parte de Polonia, aparte de los eventos urbanos y las exaltaciones patrióticas en un espacio público apareció la información que en el Parlamento se presentó un proyecto cívico que prohibiera por completo el aborto en nuestro país. No sabemos a quién querían hacer un regalo los que apoyaban esta iniciativa, pero consiguieron provocar de nuevo un debate sobre la ley en vigor en Polonia. En la teoría, es una ley que permite el aborto cuando el embarazo es producto de violación o incesto, cuando está amenazada la vida de la mujer o cuando el feto resulta dañado. En la práctica, incluso en estos casos, a menudo, es difícil de obtener un aborto y encontrar un médico que la realice. Al mismo tiempo, según estimaciones de organizaciones no gubernamentales, el mundo clandestino del aborto realiza aproximadamente 200.000 abortos al año. Todavía la promoción de la educación sexual y la financiación de los anticonceptivos se consideran como ideas demasiado radicales e inmorales. Al parecer, en el periodo de entreguerras en la Segunda República, el número de abortos ilegales llegaba a los mismos números (no hay datos exactos). Es esos tiempos, la legislación era casi idéntica y fue introducida después de realizar una campaña intensa sobre la promoción consciente de la maternidad (antes el aborto, conocido como el aborto provocado había sido absolutamente prohibido; la introducción de la reforma legislativa resultó que Polonia tenía la ley más liberal en toda Europa). Medio siglo antes de la invención de la píldora anticonceptiva, en ausencia de educación sexual y ante la baja disponibilidad de otros medios de regulación de la ocurrencia de embarazo, la extracción del feto era un método popular de anticoncepción. Además, se la llevó en unas condiciones primitivas lo que resultó en múltiples complicaciones o, en varios casos, en la muerte de la mujer. La lucha por la maternidad consciente asumió no sólo reclamar la protección digna de los derechos reproductivos, sino también reclamar simplemente la protección de la vida de estas mujeres.

Según la historiadora Sylwia Kuźma-Markowska, los judíos en la Polonia de entreguerras estuvieron a la vanguardia del movimiento a favor del control de la natalidad. Antes de establecer la primera clínica de planificación familiar, Boy-Żeleński promovió una campaña en la prensa judía progresista solicitando abordar seriamente el problema de los embarazos no deseados. Se informaba sobre el creciente número de casos del infanticidio y de la situación desesperada de las mujeres solteras que, en un ambiente tradicional judío, estaban sometidas al ostracismo social y la miseria económica a causa de tener un niño.

La participación de los hombres y mujeres judíos en la campaña de promoción de la normativa del nacimiento podría tener varias motivaciones. La alta tasa de fecundidad en las familias ortodoxas se convirtió en un gran problema en la cara de la pobreza creciente que daba signos de la llegada de la crisis de los años 30. Por esta razón los reformistas judíos dirigían su atención en ese asunto. Otra cuestión es la tradición.

La ley judía es, al mismo tiempo, más ambivalente con respecto a la regulación de la fecundidad que la ley cristiana lo que contribuyó al debate y reinterpretación de los órdenes existentes. En el Talmud, que es la recopilación de reglas para vivir de acuerdo con el judaísmo, se encuentran las descripciones de infusiones de hierbas que provocan la infertilidad de la mujer así como un fragmento sobre el tapón de algodón utilizado por las mujeres antes del acto sexual para protegerse contra el embarazo. Por supuesto, el mandamiento principal judío es la multiplicación, y ésta se precisa claramente: cuándo se puede usar y cómo se relaciona con la edad y la salud de las mujeres. En caso del aborto, según el judaísmo, cuando el embarazo amenaza contra la vida de la madre o su salud, se lo debe indiscutiblemente abortar. Esto parece ser liberal en relación con el enfoque cristiano.

Uno de los más comúnmente asociados con la promoción de la educación sexual entre las mujeres judías fue Herman Rubinraut (no tomó en consideración a los hombres judíos ya que, según él, la protección contra el embarazo era únicamente un asunto de mujeres). Fue ginecólogo, co-fundador de la Clínica de Maternidad Consciente de Varsovia y el autor de panfletos dirigidos a las masas judías. Se sabe que en las ciudades grandes, las judías representaban una gran mayoría de los clientes de este tipo de clínicas, pero Rubinraut quería llegar con su mensaje principalmente a las mujeres pobres, ortodoxas, que no tenían ninguna posibilidad de consultas médicas en Cracovia, Lviv o Varsovia. Señaló que el conocimiento sobre los métodos anticonceptivos debía dejar de ser el privilegio de los ricos. Además, el uso de anticonceptivos percibía como un elemento importante para que las mujeres aspiraran a la independencia y lucharan con la tradición coercitiva. En este sentido, era lo que lo distinguía de otros escritores y activistas judíos, para quienes el grupo objetivo fueron las mujeres de clase media. Según ellas, el uso de anticonceptivos era una parte natural de la emancipación. En uno de sus folletos titulado: “¡Judía!, ¡despiértate!” hizo un llamamiento a las más pobres representantes de las masas judías para que no sólo rompieran los tabúes asociados con el control de la natalidad, sino también sugirió una serie de métodos para prevenir el embarazo, incluso los recursos que las mujeres podían usar en su hogar, tales como el zumo de limón (espero consejos similares de parte de los opositores actuales del control de la natalidad).

Después de la guerra, Rubinraut cambió su nombre a Henryk Babiniak y hasta los años 60 trabajó para el control de la natalidad. Desde 1956, la situación de las mujeres cambió drásticamente ya que se legalizó el aborto (el número de tratamientos realizados también fluctuó alrededor de 200 000 por año).
Róża Melcerowa, el primer miembro judío del parlamento, escribió en 1931 que ninguna, incluso la más estricta prohibición religiosa, ninguna amenaza ni castigo de parte del poder legislativo, ningún sufrimiento físico no impidieron que las desesperadas recurrieran al tratamiento de la maternidad no deseada. Teniendo en cuenta los números, esta evaluación sobria parece ser actual, incluso 80 años más tarde. Y así como entonces, no es aceptable para la clase política.

He utilizado los siguientes artículos:
Sylwia Kuźma-Markowska ”Zbudź się, Żydówko!” (¡Judía! ¡Despiértate!) Kontrola urodzeń Żydów w Polsce.” en el libro „Nieme dusze” editado por Joanna Lisek y
Maria Antosik–Piela „Feminizm po żydowsku. La revista semanal „Ewa” (1928–1933) en la revista mensual Midrasz del diciembre 2008.


Katarzyna Czerwonogóra

Traducción: Agnieszka Rabiega