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Autor: Aleksandra Rakocińska
La fiesta musulmana más importante es el Aid el Kebir. Es una ceremonia religiosa celebrada al final de la peregrinación a La Mecca (Hajj), que conmemora el gesto de Ibrahim (Abraham) y su obediencia a Dios. Según el islam, a petición de Allah, Ibrahim iba a sacrificar a su hijo Ismael. Sin embargo, Dios, viendo la sumisión de Ibrahim, permitió que sacrificara un cordero, en lugar de su hijo. De ahí otros nombres de la ceremonia, como la Fiesta del Sacrificio o la Fiesta del Cordero. El Aid el Kebir es un día para alegrarse y compartir cosas con los prójimos y los vecinos. En Senegal, donde el 90% de la población es musulmana, la fiesta es más conocida como Tabaski. El uso del nombre en idioma wólof es una excepción en el mundo musulman donde se suele utilizar la nomenclatura árabe. No obstante, no todo el mundo puede estar este día con su familia. Aunque lejos de casa, uno intenta arreglárselas y celebrar la fiesta. En general este día la comunidad senegalesa de Varsovia suele quedar en casa de uno de nosotros. Sin embargo, este año decidimos celebrarlo juntos en el Café Baobab, en el barrio de Saska Kępa. Es un sitio acogedor y bien decorado, que funciona ya desde algún tiempo. La música, las bebidas y los olores exóticos del Café Baobab crean un ambiente especial.

Un poco antes cada uno pagó una cuota que podía para, como manda la tradición, comprar borrego. La carne de cordero es muy popular en los países musulmanes, donde la religión prohibe consumir la carne de cerdo. Los invitados llegaron al Café Baobab bastante temprano. No siempre los senegaleses quedan a una hora exacta, más bien prefieren decir „ci-suba” (por la mañana), „ngoon si” (por la tarde) o „timis, gudi gi” (por la noche). Nada de “a las 16.00, 18.00 o 21.00”.

- ¡Cómo me gustaría estar hoy en Dakar! ¿Os imagináis el ambiente que hay ahí ahora? Más febril que en Polonia antes de la Navidad. Toda la ciudad habrá salido a la calle. Es una fiesta alegre, pero desde el punto de vista económico, bastante pesada para el cabeza de la familia que está obligado a comprar cordero y la ropa nueva para sus hijos. Imagínate a un tío que tiene dos mujeres y un buen grupito de niños. Todo el mundo está en la calle, el dinero circula más rápido que nunca y el atasco paraliza la ciudad – cuenta Abdoulaye.
- Lástima que nosotros no estemos ahí – añade Massamba. Seguro que los vendedores de cordero colocan las mercancías donde puedan y, como se cose la ropa a medida en vez de comprarla en las tiendas, los sastres trabajan hasta muy tarde por la noche para responder a la demanda. Todas las conversaciones en los autobuses, en las filas del banco (para pedir préstamo) conciernen solamente a los precios y a la salud de corderos. Me gusta cuando en la madrugada los niños lavan el cordero y lo atan delante de casa, y cuando por la mañana todo el mundo bien vestido va a la mezquita para una oración común.
- ¿Las mujeres también van a la mezquita? – pregunta Tomek, un cliente habitual del Café Baobab.
- ¡Qué va! Sólo los hombres, los chicos y las mujeres mayores de edad - explica Mohamed.

Todos estuvimos sentados en una mesa larga, con amigos de Gambia y de Polonia. Aziz nos sirvió las bebidas del hibisco (bissap) y de la fruta de baobab (buj) y el zumo de jengibre (ginger). Los altavoces difundían la música senegalesa, el Mbalax, que nos alegraba el alma. Se escuchaban conversaciones en el idioma wólof, en francés y por supuesto en polaco. Al lado de nuestra mesa estaban sentados unos clientes que pidieron el mafe – un plato de arroz, carne y verdura en la salsa de cacahuetes, y los akra- tapas en forma de bolitas hechas de judías en la salsa picante con pimiento. No me gusta este pimiento porque es picante y quema la lengua. O como dicen en mi tierra: es “cielo e incendio en la boca”.

Un poco después sirvieron el plato festivo thiebou yap. Muchos de los platos senegaleses tienen en el nombre la palabra thieb (arroz). En el campo lo que reina en las mesas es el mijo, pero en la cuidad, el arroz. Gracias a que el Atlántico está cerca, el pescado ocupa un lugar privilegiado en la cocina local. La carne (la que reina es la del cordero) es un producto bastante caro.

- Thieb ba ngi nëw!- gritó desde la cocina el ayudante de Aziz y nos apresuramos para hacer sitio en la mesa. Que dentro de nada llegará el arroz con la carne de cordero. La mesa no era redonda asi que no pudimos comer juntos de un plato (bol), como es de costumbre en nuestra tierra. Cada uno recibió su plato. ¡Viva Tabaski! Es tiempo de empezar la fiesta. Fue nuestro Tabaski varsoviano, del barrio de Saska Kępa.
- Aziz, yaako yor – ¡el mejor!- alaba alguien al jefe de la cocina.
- Dziotalima kanigi (Pásame la pimienta)! Ahora me siento como en mi tierra – añade Malik. La comida fue deliciosa y nuestros paladares descubrieron de nuevo el verdadero sabor de la cocina senegalesa. Ni siquiera sabíamos que nos faltaba tanto.

- Attaya bi! Llegó el momento de la ceremonia tradicional de tomar el té, dividida en tres etapas. Primer vaso-lëwël – es bastante amargo, el segundo muy dulce y fuerte y el tercero un poco más suave. Attaya es un té verde chino hervido con hojas de hierbabuena fresca, tal como se lo hace en la África del Norte. Después de tomar té es tiempo de felicitarse y perdonar todo.
- Deweneti! ¡Que nos encontremos aquí el año siguiente!


Texto: Mamadou Diouf
Traducción: Katarzyna Frąckowiak


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