El 24 de diciembre miles de personas en el mundo unirán sus copas pidiendo este deseo. La intención de esta nota es contar cómo percibe esos tres anelos una ítalo-argentina apenas desembarcada en Varsovia. Salud
Lo más importante, por sobre todas las cosas.. siempre se nos dice de qué te sirve el dinero si no tenés salud para disfrutarlo?
No puedo escribir sobre la salud de los polacos, ni tengo mucha idea de cómo funciona el sistema sanitario nacional, sólo puedo contar mis experiencias que fueron varias y una más extraña que otra.
El tema de la salud para un extranjero, sobre todo en un país con un idioma tan distinto como el polaco, es siempre un tema difícil.
Casi tres años atrás me enteré que estaba embarazada de Miranda, mientras estaba de vacaciones en la capital polaca.
A la sorpresa y el estrés de la noticia se sumaba el pánico de ir al ginecólogo y no entenderle.
El ginecólogo es el más privado de todos los médicos de una mujer, tiene que ser entre un amigo, un confidente, porque atiende y entiende de cosas que las mujeres no pueden manejar de su propio cuerpo, y que al mismo tiempo consideran fundamental. (si me rompo un brazo o una pierna, puedo verlo, tocarlo, pero si tengo un problema en el cuello del útero otro tiene que mirarme, decirme, explicarme. Ese otro muchas veces es un hombre, que obviamente no puede imaginarse cómo me siente..en fin... es un tema complicado...)
Para mi sorpresa, preguntando en una farmacia, encontramos un ginecólogo privado que hablaba bastante bien inglés.
El consultorio era lúgubre con unas paredes grises-azuladas y aunque era bastante tarde por la noche estaba abierto, incluso había varias mujeres en la sala de espera.
No entendíamos si se trataba de una eminencia de la ginecología o de un consultorio clandestino, aunque estaba en pleno centro.
El tipo me revisó y me dijo: "Congratulations! you are pregnant.. Nature is so wise".
Nos quedamos de piedra mirando al tipo que nos diagnosticaba un embarazo que no esperábamos, sin saber qué hacer...
Según él estaba embarazada de pocos días.
Luego fuimos para los controles al hospital del ministerio del interior, donde, pagando, se puede recibir una asistencia médica decente.
La diferencia entre la parte pública y la privada era espeluznante, y entrar al hospital un viaje antropológico.
Viejitas con sobreros de plush, abuelos con bastones, señoras con botas de gomas y pañuelos en la cabeza, caras desgastadas y resignadas, e inmóviles. Persistentes. Nadie se queja. No hay gritos, empujones ni peleas. Simplemente estar y esperar. Por horas, por días, meses o años, lo que sea. Una extraña forma de resistencia pasiva y silenciosa, que me parece la característica de un pueblo resistente a todo.
La médica que nos atendió, Ewa, fué siempre cálida, precisa y amable, pero no hablaba ningún otro idioma fuera del polaco, y ese problema me acompañaría hasta el día de hoy.
Era muy extraño estar en la camilla ginecológica con mi pareja traduciendo al lado.
Dijo que estaba embarazada de pocas semanas, pero que el bebé era muy grande. Había que hacer una ecografía.
Al final resultó que ya estaba embarazada de tres meses!
Existen en Varsovia una sola medicina prepaga con un servicio realmente bilingüe (bilingües las secretarias, los médicos, las enfermeras) y es la Damiana.
Todas las demás cuentan con médicos que hablan "a little".
Para un extranjero, pero sobre todo de origen latino, encontrase con los médicos distantes, poco disponibles para con los pacientes, pero bastante sueltos de recetario, y que obviamente no hablan tu idioma, es siempre un shock cultural.
Hace poco tuve que ir a distintos hospitales y me sorprendió muchísimo cómo los hospitales privados tienen a sacarse de encima a los pacientes, más que los del hospital público (en sus repartos privados, por supuesto). Increíblemente recibí una optima atención en el hospital Bielinzka, donde los médicos hablaban un inglés muy bueno y fueron claros y amables. La moraleja dice que no siempre pagando se consigue lo mejor. El well-fare polaco todavía ofrece gratas sorpresas.

Dinero
El punto neurálgico del extranjero en Polonia. No hay euro. Hay Zlotis y Groznis. Billetes con caras de reyes. Monedas grandes y chiquitas.Conversiones, casas de cambio, mercado blanco y negro.
Polonia sigue teniendo una gran ventaja para el extranjero: el cambio.
Todo costo en zlotis dividido en euros parece licuarse y casi desaparecer. Algunas cosas, sin embargo, son paradójicamente más caras en en su país de origen.
El café (el capuchino sobre todo) es una de ellas. Increíblemente más caro que en Roma, donde un cappuccino e un cornetto son el desayuno obligado de millones, y el café ristretto la bebida más popular después del agua mineral*. El capuccino en Varsovia es una bebida de lujo, que sale más caro que un jugo exprimido.
Por el contrario las flores, el taxi, la peluquería y la ropa, que siguen siendo tremendamente convenientes para los extranjeros.
Pero son transacciones que requieren de un esfuerzo linguistico importante.
El tema de los números es una de las primeras cosas que quise aprender en mi curso de polaco.
Aprender si se trataba de 10, de 20 o de 100. Todos los extranjeros que conozco prefieren hacer las compras en los grandes centros comerciales, porque ven los precios escritos y llegan a la caja y aunque la señorita pronuncie la fórmula del "sterdishioshiemnnaschezwote yeviendishiongroshi" (así es como lo escuchamos nosotros) miran de costado el numero electrónico que aparece en la caja y el problema linguístico se termina.
Suelo hacer eso. El problema es que, como buena italiana, a mí me gustan los mercados. Hablar con la gente, comprar fruta, verdura y pescado frescos, cargar con las bolsas. Pero por ahora me resulta muy difícil. Me cuesta pensar en decagramos. Las viejitas muy amables ven mis ojos y mi pelo oscuro y automáticamente suben los precios. Nadie habla inglés, no se pueden hacer preguntas ni regatear. Ahora entiendo mejor cuando me dicen cuanto sale una cosa, pero sigue siendo estresante hacer las cuentas. Sigo jugando al "dígalo con mímica" y yendo a comprar al supermercado.

Amor
Imposible para mí hablar de un tema tan complicado, en un lugar que apenas conozco, y en el que siempre he estado en pareja.
Realmente no tengo idea de cómo es el amor en Polonia, puedo sólo decir lo que veo: la gente no se besa en la calle (tal vez porque hace demasiado frío?), no se ven parejas homosexuales en la calle y todos los que vagamente podrían demostrar su afecto en público tiene colgado del dedo un anillo.
Es un país fuertemente católico. Tal vez más que Italia.
Esto no impide que los únicos papeles que se ven tirados por las las impecables calles varsovianas sean los volantes publicitarios de la prostitutas.
Todavía no he visto a las chicas "haciendo la calle", supongo que por los dos motivos que enuncié antes: hace mucho frío, es un país católico. Con lo cual todo es por teléfono, o con dirección precisa. Y eso hace pensar que exista otra Varsovia, mucho más caliente, que no se ve en las calles congeladas, que apenas toca la superficie con sus volantes, pero que existe por la fuerza de su persistencia.
La Varsovia puertas adentro que consume productos de sexshop (que abundan en las calles capitalinas), que se divierte en fiestas privadas, que por fin cierra las cortinas.
Nada sé de la Varsovia familiar, la de las parejas con hijos, en sus vidas de todos los días.
Sólo sé que veo muchos niños, y muchos bebés por la calle. Y eso me hace pensar que los polacos tiene una vida mucho más intensa y divertida puertas adentro.
Y que en sus casas miran poca televisión.
En general sé de las familias extranjeras que viven en una Varsovia a la que los polacos con sueldos locales difícilmente tengas acceso.
Trasladan sus vidas, sus casas y sus hábitos a un país de invierno y caras más largas. Esas familias de ingleses, españoles, italianos, que viven en la capital polaca por dos, tres o cinco años hasta ser "relocalizados". Pasan por las calles como por una pasarela. Usan la ciudad, pero tocan sólo la superficie. El idioma y las costumbres son una barrera difícil de superar y muchas veces el cansancio gana. Los puntos de encuentro son pocos: institutos de cultura extranjeros, jardines de infantes internacionales, algún festival, restoranes de cocina típica.
Las familias polacas siguen con sus vidas, sin percibir a sus invitados.
Los más chiquitos se encuentran en las plazas y los parque públicos, comparten los juguetes, las hamacas y los toboganes.Se arreglan con gestos, con gritos, con empujones o con risas.
Pero los adultos difícilmente se comunican. Superar esa barrera requiere de tiempo y porqué no, de salud, de dinero y de amor.

*en otro capítulo nos ocuparemos del agua en Varsovia...

Julia Salerno