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Fuente: www.kontynent-warszawa.pl

 

¡Ay, me metí en un buen jaleo! El tema no es sólo difícil sino también muy delicado. No  tengo en mente ni el sentido de "ser alemán” en general - aunque seguramente habrá

 personas que consideren este tipo de reflexiones valiosas - ni si es apropiado que los Alemanes vivan en Polonia.Me gustaría reflexionar sobre mi propia experiencia - ¿Si hay algún sentido en comportarse como un alemán en la vida cotidiana de este país? En otras palabras:  ¿hasta qué punto merece la pena quedarse con distintivas características, valores y maneras de actuar ( a veces  muy extrañas) en una sociedad, ya un poco familiar aunque todavía ajena?

Además, necesito enfatizar que no me gustaría pertenecer a la comunidad de los expatriados, los cuales para mí son un poco sospechosos. ¿Por qué? Porque tengo la impresión de que los miembros de dicho grupo consideran sus culturas superiores y más  importantes que la cultura del país en que, de momento, "están acuartelando”, comportándose un poco como las tropas extranjeras. Yo siempre quise formar parte de esta sociedad y pertenecer a su comunidad cívica como una unidad imparcial y un ser humano valorado; una persona que no esté, ni mantenida demasiado a la distancia ni tratada con una amabilidad absurda.

Pero a pesar de mi sincera intención -  implementarlo aquí  no es tan fácil. Actuando según el martirio nacional - los Polacos crean algo parecido a la comunidad de "los peores elegidos por el destino” y siguen convencidos de que los extranjeros no pueden (querer) participar en ello.

 

Y, en realidad, es así - por supuesto, apenas alguien quiere ser parte de eso, hasta muchos polacos no lo quieren; conozco a varias personas que estaban intentando cambiar esta parte de la mentalidad polaca. La cuestión es que sus acciones no tendrán éxito hasta que no dejen de suponer que nadie, excepto ellos mismos, "presuntamente malditos Polacos”, puede entenderlos, porque exactamente esto les hace que queden malditos para siempre.

Otro problema es la opinión que los alemanes, en general, no saben hablar bien el polaco– el país de origen del hablante quedará audible para siempre. Hasta cierto grado esto puede ser verdad porque el idioma polaco es un deporte de contacto: para manejarlo convincentemente hay que sumergirse en la vida cotidiana y ensuciarse con ella, dejando a emociones que se escalen y dispersen regularmente. La gente con la actitud elástica a la realidad enigmática, y un poco ideológicamente soñolienta, van a manejarlo mejor, aunque no sean los más listillos del mundo. 

 

Es bien sabido que la metódica, o como dicen otros – esquemática ( pero eso viene de malentendido o puro rencor ) actitud de promedio alemán no sirve mucho aquí.

Pero, atención: el primer canciller de RFA, Konrad Adenauer se hizo famoso por decir que no le importa nada lo que dijo el día anterior.

Sinceramente, no me acuerdo haber oído esta frase ( "Ordnung muss sein”) alguna vez; ni entre los alemanes ni en Alemania.

Vamos al grano: la pregunta es -  si uno ¿puede aprovechar "la actitud alemana” en Polonia? Sí  -  en la cuestión del trabajo y reputación que lleva consigo, sobre todo en profesiones en cuales se valora precisión, confianza, confiabilidad. Muchas veces parecía que una buena cantidad de polacos me trataba con exceso de amabilidad y confianza, antes de convencerse que, de verdad, iba a cumplir el trabajo encargado.

 Pero hablando sobre conducir el coche ya tengo unas dudas – aunque la suposición que ( atención: un auto-estereotipo) conducir deliberadamente siempre sea una ventaja no es una exageración, la manera de conducir distintiva de lo “estándar” también puede causar situaciones peligrosas. Especialmente si, en comparación con costumbres locales, conducimos demasiado lento en área urbana, que obliga a los conductores locales a hacer maniobras peligrosas para adelantarse.

Y totalmente inútil es, la honorable pero  poco eficaz, costumbre de solicitar un permiso oficial en situaciones, en cuales uno debería simplemente hacer lo que quiera hacer, ej. en caso de obras pequeñas en casas de asociaciones de viviendas o, en general, del espacio público. El permiso oficial no lo dan nunca, y en caso de que se les ocurra preguntar sobre nuestras acciones, podemos escabullirnos. La conclusión: haz lo que tengas que hacer y Dios te ayudará.

Al terminar os voy a dar un buen consejo, aunque no estoy muy seguro si esto funcione con todos – estirados para los libros de la literatura clásica! ¿Por qué? Porque, no solo enfatizan  el ambiente ( falso o verdadero) intelectual de vuestra casa, sino que también tienen una valor  muy práctico.

Ahora lo explico: leyendo ostentosamente "Lalka” de Boleslaw Prus conseguí arreglar varios asuntos en las Oficinas de Registro, todo sin problema ni estrés innecesario. La única condición para que eso funcione es: la oficinista tiene que ser una mujer con la edad de suegra. En mi caso, a las señoras estas siempre les encantaba la idea de que un extranjero, además un alemán, leyendo libros en polaco… ¡y qué libros! ¡Lecturas de rigor de escuelas polacas! Un verdadero milagro….

 

Es una pena que Prus escribiera solo dos volúmenes de "Lalka” – la próxima vez  tendré que intentar con "Chłopi” de Reymont que tiene, por suerte, cuatro volúmenes.

 

 

 

 



Fuente de la información: www.kontynent-warszawa.pl
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